Le indico al resto del equipo que guarde silencio, y que cesen toda actividad que los retrotraiga a una infancia feliz, mientras no le quito los ojos de encima al ejército que comenzaba a organizar partidas de búsqueda. Pero la figura del corcel tenía otros planes. No llego a oír las voces, pero parece indicar que comiencen a armar un campamento, y que aborten todo intento de exploración. “El comandante me ha hecho una bondad” digo para mis adentros, examinando la situación con suma cautela.
Mis compañeros se mantienen en silencio. Ahora soy el líder. Siguen mis órdenes en esta clase de momentos, para luego desbandarse en una independencia abrumadora.
Hasta que hacen algo mal
Y luego recurren a sus compañeros de andanzas para que los saquen de líos que no se molestaron en esquivar en su momento. Supuse que me tocaría compartir la información que había recolectado, y abandoné los intentos de predecir los movimientos del contingente de soldados para pasar a completar mi otra tarea.
–Siéntense, mis niños. El tío Método tiene una historia que contarles –Espejo y Letargo me miran con mala cara, pero Tirador sonríe risueño al oír estas palabras. Está recordando los viejos tiempos. Los días de cuento en el orfanato de la Orden en el que crecimos. La hora de los cuentos con el tío Dalub. Por supuesto, siempre era “el tío”. Era demasiado pedir que fuese padre para todos nosotros en el orfanato. Esos cuentos me encantaban, antiguas leyendas de marinos luchadores enfrascados en batallas mitológicas con criaturas extrañas en las islas del Medio.
En la realidad, nos sentamos alrededor del morral vacío. Letargo había vencido en la prueba física, mermando así las chances de supervivencia de todos. La luz del sol agonizante le regalaba un aspecto ciertamente poético a la bolsa vacía. Como si fuese una alegoría de la muerte, o inclusive… de la vida misma. Aunque es una contemplación bastante tenebrosa, es más que adecuada para la ocasión.
–Bueno, muchachos. El asunto es este… Estamos en una locación desconocida, con limitado armamento, y con provisiones de escasas a nulas… –dije esto último mirando fijamente a Letargo, quién intentó sostenerme la mirada, para solo fallar rotundamente. Él sabía que se merecía esa mirada por su fracaso a la hora de ejercitar su autocontrol. No dijo nada… por lo que me dí el gusto de seguir con mis conclusiones –estamos enfrente de un número masivo de hombres, con un comandante al frente, por lo que puedo suponer que están organizados. No es una armadura de la Orden, pero tampoco tiene razón para serlo. Me imaginé que podríamos haber sido movidos hacia las Tierras Devastadas, pero sufrí una terrible decepción al notar que la tonalidad de la arena es más clara que la de aquellos lares.
Tomé aliento brevemente, ante la increíblemente predecible mirada de estupefacción de mis compañeros. Que yo todavía tenga la habilidad de sorprenderlos, me encanta de verdad. Porque yo no me siento más inteligente. Una idea se me cruza por la cabeza, y decirla en voz alta podría levantar animosidad. Me evito exponerla, para proseguir con mis conclusiones.
–Cuando acampen, tenemos una oportunidad decente de quedarnos con algunos suministros. La noche nos proveerá del disfraz perfecto. Con un estudio indicado de la rotación de las guardias, tendremos la ventana de tiempo necesaria para infiltrarnos. Una vez adentro, debemos encontrar la carpa de suministros. Lo usual, dos hurgan, dos vigilan.
– ¿Cómo entraremos al campamento? –inquirió Tirador, algo pensativo.
–El punto flaco parece encontrarse en el este, no debería ser difícil infiltrarse por ese lado –repliqué certero, levantándome sin hacer mucho espamento, mientras me disponía a retomar la vigilancia.
El sol moría lentamente en el horizonte, al tiempo que los soldados comenzaban a encender las primeras fogatas. “Disposición romboidal, algo inteligente” pensé, intentando imaginarme que nos esperaría durante la incursión silenciosa. Diferentes escenarios se dibujaban en mi cabeza, y me forzaban a planear con una anticipación increíble. “Yo debo quedarme aquí” dije para mi mismo.
–Tirador…
–Método, tú te quedaras aquí. No eres útil para esta clase de misión, y serás un lastre que no podemos darnos el lujo de cargar –discursó mi hermano.
Querido hermano, tienes una mente brillante
–No me imaginaba otra cosa. Siempre pensando por el equipo, hermano. Mucha suerte –despedí con una sinceridad que no me resultó completamente falsa, porque era mi deseo dicho éxito en la misión. Éxito que no me resultaría ajeno, en absoluto… y aún así...
Algo no estaba bien
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